sábado, 26 de septiembre de 2009

Reflexiones sobre el hombre unidimensional


Introducción

La obra de Herbert Marcuse, el hombre unidimensional, estaba pensado para su época, para los días de polarización extrema, de mutua acusación entre oriente y occidente, en la paranoia del dedo que aprieta el botón y la guerra de Vietnam.
En los días, donde las tensiones ya no se limitaban a simples ataques verbales sino a confrontaciones muy cercanas como la crisis de los misiles, sirvieron de caldo de cultivo para que Herbert Marcase analizara la sociedad norteamericana (a la que denomina sociedad industrial de avanzada) y de esa manera sirviera como herramienta analítica para comprender un poco más de lo que sucedía en aquellos tiempos turbulentos.
Pero también se puede rescatar sus “profecías” respecto a la mecanización y la unión entre el individuo con la máquina, que de a pocos se va uniendo al ser humano y se va volviendo parte indispensable de la vida de este: la automatización. Un ejemplo de ello son los celulares o las laptops que ahora son importantes; pero la reflexión marcusana se circunscribían al ámbito laboral (especialmente en las burocracias eficientes y las empresas de servicios).

Sociedades: de avanzada y congeladas


Vivir engañados es una de las verdades que cuesta creer. Cual “matrix que nos incuba en un sueño donde creemos vivir en libertad plena, es la tarea que este autor se propone a hacer. ¿Será que realmente estamos viviendo una “belle epoque” o estamos ante un fenómenos que será precedente para que otras latitudes también sean como la sociedad industrial de avanzada?
Este tipo de sociedades principalmente son aquellas colectividades que alcanzaron un desarrollo económico y donde las diferencias raciales, políticas, sociales y de tipo monetario estaban en un proceso de homogenización. A comparación de las sociedades comunistas y del tercer mundo, donde existe demasiada fragmentación y con bajos niveles de cultura política; salarios paupérrimos, etc.
Ante estas diferencias, las primeras sociedades, que en su momento también sufrieron las dificultades de los países tercermundistas y donde las luchas de clase se vivieron en un clima al borde de la revolución, ahora padecen un síndrome de apaciguamiento, del adormecimiento de la conciencia revolucionaria y del embrutecimiento del trabajador por parte del trabajo: la conversión de los valores plurales, creadores de libertad por uno único y totalizador, que bajo el discurso democrático, esconde un proyecto de masificación, reedificación de los hábitos de los seres humanos y su camino a una total dominación.

¿Quién es el hombre unidimensional?

Marcuse lo califica como un producto de la sociedad de consumo, donde las ideas, aspiraciones y objetivos trascienden en un universo predeterminado. En pocas palabras todo tipo de oportunidades ya han sido diseñadas para que uno las pueda jugar.
Y esto es la consecuencia de acciones muchos mayores de dominación: el trabajo y la satisfacción.
Con la aparición del trabajo especializado, el ser humano empezó a fundirse en uno con la máquina, ya que necesita un esfuerzo físico como mental (concentración), de la manera en que pueda maximizar sus energías y así, cumplir sus funciones de manera normal, productiva y en equipo.
La introducción de nuevas formas de rendimiento al trabajo han hecho de estos lugares “más acogedores” y donde se puede vivir cierto grado de solidaridad, pero lo que en el fondo busca es mitigar mucho la perfección del obrero sobre la explotación: ambiente acogedor y salario “digno” hacen la vida mucho más fácil para que no pueda subvertir el sistema. Sin embargo, en sociedades pre-capitalistas como la nuestra, es muy difícil todavía llegar a esos niveles de pagos, debido también a la cantidad destinada a la inversión de servicios públicos como a la estabilización de los precios de primera necesidad.
Respecto a este último término, los trabajos teóricos de Marx no negaban que el hombre no pueda tener necesidades; el aliento al trabajar es una de las premisas pilares dentro del marxismo; lo que no están de acuerdo es con la orientación que se le da al trabajo: no es para cubrir su necesidad y satisfacerse a sí mismo, sino les crean necesidades para que este se vuelva dependiente del trabajo y así, va perdiendo su libertad y su tiempo libre.
La intromisión en el espacio privado se hace evidente; al generar más inventos, más banalidades, más gastos, más productos, el hombre se ve rodeado de tantas cosas para escoger: la falsa necesidad hace su aparición y con ella, la hondura de la satisfacción, la que nunca puede ser llenada.

Ciencia, valores y política

Pero no todo el trabajo oscila en el análisis psico-materialista del trabajo; también implica el papel de la ciencia (incluida la tecnología) el sistema de valores y la política (hablaré del sistema política y de partidos)
Primero, no toda la ciencia es negativa para los ojos de Marcase, lo que sí es un atentado contra la libertad es que al tratar de operacionalizarse todas las aportaciones que puede hacer el método conductivista, quita de por sí toda la “carga subjetiva” que pueda tener una categoría; por lo que cambia unas por otras o sencillamente las elimina. Por ejemplo, para hablar del tema “democracia – no democracias”, las variables operacionalizadas eran: sistemas populares / sistemas totalitarios (En R. Dahl); se puede percibir la intencionalidad del autor para orientar al público hacia donde se encuentran los “sistemas fallidos”.
En el caso de la tecnología, durante los días de Marcase (y hasta ahora), la tensión por el uso de armas de destrucción masiva eran temas que movilizaban a todo el aparato administrativo y militar de las naciones en conflicto (USA y la URSS) por lo que la creación de la tecnología “militar” estaba orientado hacia eso: la supuesta seguridad implicaba la cultura del miedo y de la agresión, cosa que para Hebert Marcase simplemente justificaba aún más la creación de armas.
La cultura tampoco se vio desvinculada; puesto que vivimos una etapa de expansión mundial ahora denominada la “aldea global”, recibimos y damos información. Pero bajo la lupa de Sartori, muchas veces lo que proyectamos (y lo que proyectan) son solo partes de acontecimientos que ocurren, mas no todo se puede ver ni saber. La cultura de los días de Marcase estaba encasillada por los valores del viejo puritanismo; represión a las manifestaciones “raras”; gran apego por el conservadurismo. En la parte introductoria, mencionaba respecto al Eros reprimido debido a los prejuicios y además por su potencial revolucionario.
Sin embargo, lo que ahora ha sucedido ha sido una “domesticación” de todas aquellas manifestaciones con dicho potencial: hippies, punks, rockers, etc ahora son la punta de lanza de la industria de la moda y la música.
La política, como actividad tampoco puede estar exenta de la invasión totalitaria de la sociedad industrial de avanzada: ser la responsable tanto del “Estado de bienestar”; como de la “paranoia nuclear” y la justificación “democrática” del sistema de partidos.
El Estado de bienestar fue fruto de la gran depresión. Empezó con Roosvelt durante los años 30 y llegó al clímax durante los años 60. Realmente los estándares de vida de los norteamericanos era muy buena, tanto así que los sindicatos se convirtieron en “economicistas” (en palabras de Lenin) donde estaba por encima del cambio social, el mejoramiento de los salarios; además de ellos, no se podían quejar debido a los servicios de calidad que prestaba el estado (algo parecido sucede actualmente con la China comunista): ante los ojos de Marcase implica la renuncia al interés social de la reflexión y de la libertad de expresión.
Esto también implica la aceptación y colaboración de los partidos políticos y el sistema en el que están estos. Como en el caso norteamericano se trata de un bipartidismo, se olvidan las diferencias entre republicanos y demócratas cuando se trata de lidiar con el enemigo común; asimismo los partidos no tienen colores cuando se trata de combatirlo.
Por lo que, los partidos no son los canalizadores de demandas sociales, sino son parte de la dominación.

Buscando soluciones: propuesta para salir del sistema


Aunque vivimos atrapados en este sistema, para Marcuse si es posible salir de este. Ya que la parte del “adoctrinamiento” consiste en la invasión de todos los ámbitos y la satisfacción de las necesidades, plantea una salida: la de trascender el sistema.
Cierto es que teniendo una posición crítica, no de sumisión se puede lograr observar con más detenimiento lo que nos ofrece el sistema: si comparamos, podemos notar la diferencia.
Pero Marcuse es consciente: el sistema industrial de avanzada ha logrado llegar a todos, y ahora está entre nosotros. Solo queda en cada individuo darse cuenta, activar su conciencia.
En fin, no propone una fórmula, sino que le da las llaves al lector para que pueda buscar sus propias soluciones, al dar todas las claves para entender la forma sutil de dominación.

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